Alexandrine Tinne nació en La Haya en 1835. Su padre era un comerciante holandés que tuvo que huir a Inglaterra cuando Napoleón invadió su país y su madre era la hija de un famoso almirante de la armada neerlandesa (la baronesa Henriette van Capellen).
Heredó una gran fortuna a los 10 años cuando su padre murió. Se educó en La Haya, Londres y París. Cuando cumplió 19 años viajó durante dos con su madre a Egipto, Tierra Santa y Damasco a pesar del riesgo que corrían por la época, por ser mujeres y porque era un viaje de lujo con sirvientes, gran número de baúles, ganado y animales de compañía.
Al poco de regresar a La Haya decidió volver a África para encontrar y explorar las míticas fuentes del Nilo que en esa época era todo un misterio y un mito.
Junto con su madre remontan el río hasta Wadi-Haifa a pocas millas del templo de Ramsés II pero la segunda catarata del Nilo las obliga a regresar y en 1860 junto con su madre y su tía Addy organizaron otra expedición para ir desde Sudán.
Compró un barco de vapor con dos botes llenos de víveres para ellas, los sirvientes, navegantes árabes, algunos soldados, un caballo, un burro y cinco perros.
Llegaron a Jabal y Henriette tuvo que volver a por más provisiones a Jartum donde conoció a una pareja inglesa que escucharon horrorizados sus planes ya que iban sin compañía masculina.
Consiguieron llegar a Gondokoro que estaba dominado por violentos negreros nómadas y donde les dijeron los nativos que era imposible avanzar pero ellas decidieron seguir hasta Juba donde Alexandrine se dio cuenta de que no podían seguir adelante.
Esta decepción provocó que cayera enferma con fiebres durante un mes. En ese tiempo de recuperación los nativos les contaron que las fuentes del Nilo no existían, cosa que ellas no creyeron y se desplazaron a pie por la orilla donde descubrieron una serie de rápidos.
Ya recuperada volvieron a Jartum y decidieron explorar el interior de África navegando hasta el mayor afluente occidental del Nilo y luego por tierra hasta el Lago Chad en el intento de descubrir las fuentes del río Congo a pesar de que les advirtieron del peligro del clima en esa zona.
Aún así, Alexandrine decidió seguir con esta idea mientras su tía se quedaba en Jartum. Comenzó la estación de fuertes e incesantes lluvias y empezaron las complicaciones; las tiendas se cayeron y las ropas siempre estaban empapadas; los soldados exigían más comida y volvió a caer enferma. Su madre, la doncella preferida de su madre y un sirviente fallecieron al poco tiempo.
Su tía organizó una expedición de rescate encontrando a Alexandrine en Waw y al poco también la tía falleció como consecuencia de las fiebres.
En Europa comenzaron a reconocer su tarea y los periódicos hablaban de ella.
En 1869 decidió ser la primera mujer occidental en atravesar el desierto del Sáhara y contrató a dos marinos holandeses para que se unieran a esta expedición. En la primera fase los únicos contratiempos con los que se encontraron fueron las tormentas de arena. Una vez que llegaron a Marzuq un guía les convenció para que atravesaran el país de los tuaregs y se encontraran con el jefe de éstos en un oasis y desde allí podrían continuar el viaje hasta el Lago Chad.
Cuando estaban abandonando el oasis con el guía tuareg, 12 jinetes entraron en el campamento indicándoles que los enviaba el jefe Ichnunchen para acompañarlos hasta la siguiente parada. El guía desapareció y se produjo un altercado entre los jinetes y los criados árabes de Alexandrine. Cuando un marinero holandés intentó restablecer la calma un tuareg lo atravesó con su lanza y se dirigió hacia Alexandrine que levantó su mano para detenerlos pero entonces otro tuareg sacó su espada y se la cortó.
A continuación todo fue un caos, otro marinero holandés y los sirvientes árabes intentaron defender a Alexandrine pero los asesinaron y los tuaregs se marcharon dejando que ella se desangrase hasta morir.
En Juba, en el sur de Sudán, se alza un obelisco en su memoria y muestra el punto más próximo a las míticas fuentes del Nilo que llegó a alcanzar.
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